Talento precoz que empezó a dibujar para sacar adelante a sus padres durante la Gran Depresión, se convirtió en un empresario impenitentemente exitoso, creador del primer superhéroe sin disfraz y el primero en defender sus derechos de autor. Con el estreno de The Spirit, vuelve a escena la obra de culto de Will Eisner, el hombre cuyos dibujos fueron comparados con las películas de Orson Welles.
Levantó el tubo y discó el teléfono. Atendió primero una recepcionista, después una secretaria y por último, casi sin ninguna pausa lo suficientemente larga que le diese tiempo a reflexionar en la naturaleza de su llamada, del otro lado de la línea lo estaba escuchando nada menos que el presidente de la tan neoyorquina editorial Bantam Books. “Tengo algo para ofrecerle, que creo que le va a interesar”, le dijo Will Eisner. “Muy bien. ¿De qué se trata?”, fue la obvia e inmediata pregunta, a la que le siguió un segundo de silencio. Porque el legendario autor de The Spirit, aunque había conseguido ser atendido por el señor de traje de Bantam justamente por ser el autor de semejante personaje de culto de la edad de oro de las historietas norteamericanas, de pronto se dio cuenta de que si le decía que lo que tenía para ofrecer era otra historieta, la conversación se iba a terminar ahí. Así que, según cuenta la leyenda, fue en ese segundo de inspiración –y necesidad– entre pregunta y respuesta, que Eisner bautizó a un futuro nuevo género de historietas, que en ese día de la segunda mitad de los ‘70 apenas si existía. Dijo entonces: “Es una novela gráfica”. A lo que el ejecutivo al teléfono respondió: “Me interesa, hagamos una reunión”.
Por supuesto que, según siempre ha contado Eisner, la reunión no pudo ser otra cosa que un fracaso. Porque apenas el presidente de la Bantam tuvo en sus manos las páginas de Contrato con Dios, se dio cuenta de que, a pesar de todas las innovaciones formales y temáticas, se trataba efectivamente de una historieta. Así que le recomendó a Eisner buscar otra casa editorial para publicarla. Pero a partir de entonces toda obra que intentase escapar del ghetto de los comics de superhéroes o las tiras diarias tuvo un nombre para denominarse: novela gráfica. Considerada como la primera en su género, el ya clásico Contrato con Dios –editado finalmente por Baronet– fue la obra con la que Will Eisner en 1978 comenzó el último acto en su larga y exitosa vida como autor de historietas, utilizando la experiencia de casi medio siglo en el negocio para contar historias personales, algo que continuó haciendo hasta su muerte, en enero de 2005.
Por entonces, el premio más importante de la industria llevaba su nombre desde 1988, y él mismo se encargaba de entregarlo, a pedido de sus organizadores. Como dijo J. Michael Straczynski, autor del guión de la última película de Clint Eastwood, cuando ganó un Eisner en 2002 por sus guiones para la revista de El Hombre Araña: “Si te ganás un Emmy, no te lo entrega Emmy. Si te ganás el Oscar, no te lo da Oscar. Pero si te ganás el Eisner… bueno, qué puede tener más onda que te lo entregue el mismísimo Eisner”.
A seguir la nota completa desde Página/12